Biografía de Juana Moro y Aguirre Portal,la máxima patriota Jujeña
Quedó en la historia por su coraje a toda prueba y fue una de las primeras mujeres que, jugándose la vida, hizo política en los tiempos del nacimiento de la patria. Manejó la seducción al servicio del movimiento independentista y se salvó de morir “emparedada”, es decir, encerrada en su casa con las puertas y ventanas tapiadas, por los realistas. En Jujuy es casi una desconocida pero en Salta se la consideró una gran patriota digna de descansar junto a Martín Miguel de Güemes en el Panteón de las Glorias del Norte.
El 17 de diciembre de 1874 en la ciudad de Salta, fallecía a los 90 años la patriota jujeña Juana Gabriela Moro Díaz, mujer de activa y comprometida participación en la guerra por la independencia nacional.
Juana había nacido en Jujuy el 26 de mayo de 1785 y no en Salta como figura en algunas biografías. Perteneció a una acaudalada familia con tierras en Jujuy y en Salta. Su madre, Faustina de Aguirre Portal, jujeña, tenía una finca en Severino, y su padre, Antonio Moro Díaz, nacido en Asturias, era coronel de los ejércitos reales y uno de los fundadores del pueblo de Orán. También ocupó cargos importantes en la estructura administrativa colonial, desempeñándose como escribano mayor y secretario de la Intendencia de Salta.
En el año1802, la familia Moro se radicó en la ciudad de Salta y al año siguiente Juanita fue casada con el capitán salteño Gerónimo López, señala Teófilo Sánchez de Bustamante en sus “Biografías Históricas”.
Al llegar la guerra de la Independencia al territorio de las actuales provincias de Jujuy y Salta, Juana Moro adhirió al partido revolucionario y demostró que estaba dispuesta a correr cualquier peligro por esa causa.
Varios historiadores refieren que jugó un papel fundamental en los hechos que desembocaron en la deserción de Juan José Fernández Campero, el poderoso “Marqués de Yavi”, jefe de la caballería realista, un día antes de la batalla de Salta, lo que contribuyó al memorable triunfo del general Manuel Belgrano. Algunos como Rodolfo Campero en “El Marqués de Yavi, coronel del Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata” dan cuenta de una relación sentimental entre Juanita y Juan José, quien había enviudado en 1811.
Bernardo Frías en su “Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina”, habla de los planes urdidos por los patriotas en la casa de Juanita horas antes de la batalla de Salta (1813). La residencia de la “animosa doña Juana Moro” –dice Frías- había sido elegida como el principal sitio de asilo para que se refugiaran los soldados del Rey que se pasaran al bando revolucionario.
Pero la jujeña tenía mucho más que dar a la Patria que recién nacía. Así, se hizo célebre también por sus trabajos de “bombera” como se llamaba hace doscientos años a los espías. Dice Frías que vestida de gaucho “joven y candoroso” o bien de “viajera inofensiva”, pasaba a caballo desde Salta hasta Jujuy y Orán llevando y trayendo información que era fundamental para el ejército revolucionario.
Los realistas no olvidaron los valiosos servicios prestados por la animosa jujeña al movimiento independentista. En 1814, el brigadier Joaquín de la Pezuela, jefe de una nueva invasión a Jujuy y Salta, tomó venganza y condenó a Juana Moro a morir “emparedada”. Los invasores tapearon la casa con ella adentro pero una vecina, apiadada de su suerte, salvó su vida pasándole agua y alimentos a través de un hoyo en la pared. El episodio fue recogido por Bernardo Frías de un relato de Ángel López, cuñado de Juana, quien lo oyó de su propia boca.
Hablando de Juanita y de otras mujeres que hicieron historia en aquel tiempo, describe Frías que: “estas señoras, que constituían lo descollante en el grupo de las patriotas exaltadas, corriendo con ellas el abundante número de mujeres de la plebe, se habían constituido en espías puntuales y vigilantes para transmitir –decía el mismo Pezuela- las ocurrencias más diminutas del ejercito real para atizar la anarquía y desconfianza entre los oficiales españoles y los americanos, y para envolverlo todo, personas, sucesos e invenciones, en la red de una intriga enorme. No había reunión ni visita, ni parte alguna donde trataran con los individuos del ejercito o con las familias realistas de su confianza y amistad donde no se infiltrara su espíritu minador y atrevido, tratando de robar los secretos o de formar alarmas, llegando algunas hasta el extremo de entrar en pendencia de amores, aunque con la discreción necesaria si eran gente de calidad, para seducir oficiales, y si lo eran de la plebe, para hacer desertar soldados o tomar revelaciones”.
Muchos años después de la guerra de la Independencia, aparece integrando una lista de mujeres que en 1853 elevó un reclamo a las autoridades “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírsele jurar la Constitución nacional”.
Los servicios a la Patria de la ilustre Juanita Moro fueron reconocidos por la Junta de Estudios Históricos de Salta en 1963, que propuso actualizar la investigación sobre el destino de sus restos y en caso de ser hallados, trasladarlos con ceremonia oficial al Panteón de las Glorias del Norte de la Catedral Basílica de Salta, propuesta que no se materializó hasta la actualidad.
La historiografía jujeña ha mostrado poco interés por investigar su vida. Sánchez de Bustamante, Benjamín Villafañe y más recientemente Félix Infante integran el puñado de autores que hablan de ella.
En Jujuy, una organización no gubernamental de mujeres adoptó su nombre y una callecita del barrio Belgrano es la única que la recuerda.
Irene Ballatore de la Redacción de El Libertario.