Homenaje al Escribano José Victoriano Cabral.
Don José Victoriano Cabral Díaz de Castro.
Comparto unas palabras pronunciadas por Enrique Oscar Soler el 20 de abril de 2006, durante el homenaje realizado en la bóveda del escribano José Victoriano Cabral, mi tatarabuelo materno, en el marco de la celebración del 140º aniversario del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires. Don José Victoriano Cabral nació el 23 de marzo de 1822 y falleció a los 93 años, el 9 de enero de 1915 en su casa de la calle San Martín 595, esquina Tucumán. Se casó con doña Julia Valentina Munilla, sobrina carnal, con quien tuvo diez hijos. Perteneció a una larga estirpe de notarios. Su abuelo, José Luis Cabral Hernández fue Escribano de la Real Audiencia y Alcalde de Buenos Aires. Su padre, José Severo Cabral Gutiérrez de la Bárcena fue Escribano de Cabildo de Buenos Aires. A los 29 años, luego de doce años de práctica profesional, realizada en la escribanía de su hermano mayor, Mariano, rindió examen ante el Tribunal Superior de Justicia, quedando a cargo del Registro número uno, cuya titularidad había ejercido su hermano. A su fallecimiento, el diario La Nación dijo: “Completaba su función de escribano con el principio de justicia y una recta inteligencia del bien, propia del buen juez, del buen jurista y del buen hombre. Los estudios de los grandes abogados, la administración de las familias acaudaladas, las aspiraciones de los pequeños propietarios, no tenían secretos para él, y su rectitud intachable no tuvo predilectos entre cuantos buscaron inspiraciones de su ciencia y conciencia. Deja, excepcionalmente, un recuerdo de honradez, de lealtad, de rectitud sin mácula. Eso constituye al buen ciudadano, tanto como los títulos conquistados en el servicio público de la colectividad”. Era vecino del general Roca y del general Mitre. En su casa, el comedor constaba de quince metros de largo. Se almorzaba a las once y se comía a las 19, según la costumbre de la época. Los comensales no bajaban de 15 a 20 personas, contando entre sus habitués a Monseñor de Andrea, a Jorge Luis Mitre y otras personalidades. Figuraron entre sus clientes Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Roca, Tejedor, Luis Saénz Peña, Peralta Ramos, Anchorena. Sus restos descansan en esta bóveda que él adquiriera para su familia, donde una vez más nos reunimos para rendirle homenaje, a quien fuera fundador y primer presidente de nuestro Colegio de Escribanos, que cumple 140 años de existencia, en el sendero que él le trazara, quien vería con satisfacción cristalizados los fines y objetivos de su creación.